Yo caminaba como un día cualquiera hacía mi trabajo cuando de repente observé cerca de la parada del autobús a una joven colegiala.
Iba vestida con uniforme, una camisa blanca abierta hasta el botón justo que diferencia la frágil línea que separa la elegancia de lo obsceno. Se podía imaginar bajo ella unos pechos firmes, duros y grandes.
Me detuve con cuidado a examinar el resto del cuerpo y vi una minifalda de cuadros verde oscuro que la estudiante había subido sutilmente hasta el principio del muslo. Sus piernas largas, tersas y suaves seguro, como la seda.
Cuando estuve lo suficientemente cerca para ver su cara angelical vi unos ojos penetrantes, grandes y claros que te llevaban a un mar tranquilo y bravo al mismo tiempo.
Sus labios carmín y carnosos me transportaron a querer perderme en ellos.
De repente, la chica se sentó y aunque su larga melena rubia tapaba parcialmente su cara, pude percibir que se había dado cuenta de que la observaba.
Ésta hizo un breve cruce de piernas efímero en el que no sabía si lo que había visto podía ser verdad.
¿ No llevaba bragas?
Justo en ese instante en el que lo pensaba, su mirada pícara coincidió con la mía y entonces descubrí que me hacía un gesto.
Se levantó y se acercó a mí alargándome la mano como si quisiera darme algo.
Entonces descubrí una nota en la que se podía leer: ¿ Te atreves? Sígueme manteniendo una distancia prudente y te demostraré todo lo que no sabes.
La colegiala se adentró en una calle estrecha y se giró para comprobar si yo la seguía.
No sé qué me llevo a hacerlo pero sin darme cuenta me vi andando tras ella y noté como mi miembro empezaba a despertarse.
Entró en un edificio escondido pero altísimo y la seguí. Cuando llegué al portal la vi en el ascensor esperándome y sin pensarlo fui hacia ella.
El ascensor se cerró y observé cómo la chica pulsaba el botón que llevaba hasta la última planta del edificio. Ninguno de los dos dijimos nada pero entonces descubrí que lo que yo había imaginado era verdad.
Tras comenzar el ascensor su viaje hasta no sé muy bien dónde, la joven se acercó a mí, rozo su sexo con el mío ya erguido y se levantó la falda.
Como mi vista de lince había notado, carecía de ropa interior . Entonces, ella paró el ascensor y lentamente bajó la cremallera de mi pantalón para agacharse y notar con sus labios carnosos la fuerza de mi miembro. No sabía qué había sucedido pero quería estar dentro de ella ya.
Cuál fue mi sorpresa, cuando la colegiala volvió a pulsar el botón del ascensor y éste siguió su camino.
Las puertas se abrieron, salió y yo tras ella. Antes de seguir, se giró y me dijo: » Una vez que cruces esta puerta, estarás asumiendo que aceptas todas las condiciones que supone estar al otro lado, pero te aseguro que la experiencia no puedes aún imaginarla y que repetirás».
Sin decir nada, me encontré al otro lado y observé un piso grandísimo y diáfano donde entraba la luz por todas partes por los inmensos ventanales tras los que se observaba una ciudad en movimiento pero en paz, en esa altura en la que puedes verlo todo pero es difícil que te observen a ti.
– Como ves, no escondo nada- dijo la chica. Ahora relájate y abre tus sentidos porque estás a punto de adentrarte en un mundo de sensaciones que ni siquiera sabias que tenías. Ponte cómodo.
Yo no me quería poner cómodo. Quería penetrarla en ese momento y por todas partes, pero la belleza y su imponente cuerpo me paralizaba.
Se acercó con la falda aún subida y noté la firmeza de sus senos en mi pecho, cuando de repente se abrió la camisa de golpe saltando por todas partes los botones que la cerraban, hizo lo mismo con la mía y me la quitó sin darme apenas cuenta, pero, me dejó la corbata.
Tiró juguetona de ella y la seguí hasta otra puerta. Antes de abrirla, se quitó la falda y me abrazó con sus piernas a lo que yo respondí envistiéndola contra la misma.
Me besaba mordiéndome y controlando mi cabeza, arañándome el cuello y presionándome con su sexo en el mío.
Yo quería bajarme los pantalones y poseerla de una vez, no podía más, pero entonces se bajó y abrió la puerta, iniciándome en una fantasía que aún no podía imaginar .
Entramos y cerró tras de sí, se recogió el pelo, se quitó la ropa y me empujó para que cayera en lo que yo pensé que era una cama. Se puso encima de mí y empezó a rozar mi miembro aún acorralado entre la ropa interior y el pantalón.
Agarró la corbata y me la quitó pero la anudó a mis muñecas por encima de mi cabeza. Entonces me quitó los pantalones con rapidez y maña y tras ver mi miembro, me sonrió con malicia y antes de que me diera cuenta, estaba en su boca con ritmo y movimiento firme.
Yo no podía sucumbir tan pronto al placer y quería librarme de la corbata para poder notar bajo mis manos la piel de aquella mujer.
De repente, cuando ya no podía aguantar más, paró y puso sus senos entre mi pene a lo que yo respondí con movimientos hacia un lado y otro para notar, por fin, la dureza de esos pechos que desde la parada del autobús había podido percibir.
Poco duró ese placer, porque sin darme cuenta me estaba liberando de la mis presas muñecas y entonces pude ponerla sobre mí y notar sus largas piernas y su sexo suave y húmedo cerca del mío.
Cuando mi pene ya estaba lo suficientemente lubricado entonces me dijo:
» quiero que me agarres del pelo y tires lo más fuerte que puedas. Si en algún momento no pudiera aguantar más, la palabra clave es basta».
Yo no entendía nada, pero entonces se levantó y caminó hacia otro lugar. Cuando entré, me vi reflejado 360º grados y ella estaba en el centro a cuatro patas mirándome a través del espejo pidiendo lo que deseaba hacer.
Entonces sin pensarlo más, la cogí con ansia por las caderas y me adentré en ella de golpe escuchando el gemido entre el dolor y el placer que me animó a seguir y a agarrarla del pelo.
La envestí una y otra vez con ritmo, rapidez y sin que me temblara el pulso, con cada movimiento traía hacia mí su pelo mientras veía reflejada en el espejo la apertura de la boca que instantes antes había tenido mi miembro dentro.
Tras cada tirón de pelo escuchaba un gemido que me animaba a seguir y a seguir hasta que los dos nos fundimos en uno que anunciaba que ya me había corrido dentro de ella.
Mientras yo aún tenía en mi mente la imagen del espejo con esa boca abierta gimiendo y esos pechos firmes y grandes balanceándose hacia un lado y otro, ella me tumbó en el frío pero blando suelo, acercó sus senos a mi cara y los besé y mordí durante largo tiempo, justo el que ella sabía que necesitaba.
Inmerso en mi juego de presión con manos y boca, observé que se apartaba, se daba la vuelta y se sentaba sobre mí. Tenía una espalda blanca, preciosa y un largo pelo que la estilizaba.
De repente, noté que unas manos sabías volvían a dar fuerza a mi pene y cuando ya estuvo preparado de nuevo, lo colocó a su antojo para hacerlo adentrarse nuevamente en un placer desconocido en el que observaba su espalda y el pelo.
Ella se movía suavemente sobre mí y yo recibía cada golpe con respuesta, atrayéndola hacia mí con una mano en su cadera y la otra estirando de su larga melena.
Mientras gemíamos yo notaba bajo mis manos la suavidad de una piel joven y tersa y entonces cuando ya creía llegar al cielo, descubrí que en el techo también había espejos y podía observar no sólo el placer de mi cara sino sus grandes pechos arriba y abajo junto a sus propias manos que los apretaba con fuerza y pasión.
Llegamos al clímax en breve y cuando sentí que salía de mí y me miró, supe que aún no había terminado.
Estaba frente a mí de pie y yo tumbado en el suelo apoyado sobre mis codos cuando me preguntó: ¿ quieres conocer otro nivel?
Te sugiero que para ello debes tardar más en llegar al orgasmo.