El otoño

Miraba quieta la calle desde mi ventana. El viento arrastraba las hojas caídas de los árboles con furia. Casi no había gente en la calle y los pocos que se atrevían a salir iban enfundados en sus abrigos pardos, como el otoño.El parque que estaba al otro lado de la calle lucía espléndido, aún les quedaban bastantes hojas a los árboles y sus tonalidades iban desde el dorado a un marrón rojizo.Tenía una hermosa visión desde mi primera planta, estaba a pie de calle. yo,cada tarde después de trabajar , solía prepararme un café y miraba a los transeúntes imaginando según sus rostros cúal sería su vida. 

 Era maestra en aquel pueblo, Padrón , desde hacía muchos años. AHORA estaba en plena madurez y era consciente de que de aquella chica de 20 años soñadora y viajera no quedaba nada. Los sueños se van perdiendo cuando la vida se impone. En realidad no había pasado nada.el instituto, lleno de complejos e incomprensión, la universidad, llena de rebeldía y el amor que aparece a mitad de carrera.Hoy sé que a ese mal lo llaman los expertos enamoramiento.Fueses como fuese, paralizó el resto de nuestras vidas, en realidad la suya no lo sé. Nunca se lo pregunté. La búsqueda de la estabilidad económica y enseguida los hijos, sin haber decidido siquiera si querías tenerlos. en mi generación era impensable o una desgracia quedarse soltera o no tener hijos y menos en un pueblo como este,provinciano y lleno de prejuicios. Así nos casamos y tuvimos y criamos a nuestros hijos.Los amamos y vimos cómo nos dejaban para buscar sus sueños.

Tuvimos que enfrentarnos a nuestra vida en común.Era triste darse cuenta de que nada nos unía.Había como un vacío enorme entre los dos, sin quejas ni reproches. Solo vacío y era el otoño de nuestra vida.Después de 30 años juntos, no nos quedaba nada. Nunca pensamos en divorciarnos , para qué, por qué, no había violencia, ni malos tratos físicos o psicológicos, no había infidelidades , eso era lo que desde hacía un tiempo a esta parte me horrorizaba, no había nada. Vivíamos felizmente, pero dentro de mí había un fuego que no podía saciarse con mis lecturas, ni con mi trabajo. Algo estaba naciendo en mi interior y no sabía aún qué era.

Pero una tarde en la parroquia, las mujeres nos reunimos para ir abasteciendo las necesidades de los más desafortunados,y de paso se cotillea un poco sobre las novedades y cotilleos de la última semana. En una de esas veces, que después acudimos al casino para hacernos un café o una infusión, la conversación giró en torno a nuestros maridos y Carmiña, la más joven, comentó que ya se despedía de nosotras. Se iba a Santiago. Iba a separarse y no podría soportar los comentarios hirientes que se producirán y yo la entendí. Iban a criticarla las personas que hasta aquel momento se decían sus amigas. La causa de la separación fue sorprendente. No había una relación sexual entre ella y su marido desde hacía años y ella ya no lo soportaba más. Había ido incluso al médico,quien la derivó a un psicólogo y de aquellas sesiones salió la decisión de divorciarse. Había leído y se había documentado. la sexualidad nace y muere con el ser humano y además es el único ser de la tierra que obtiene placer de ella. Dicho esto, afirmó que aunque la sexualidad varía con la edad hasta los ancianos tenían una sexualidad sana, no se acaba a los 50 y, si se acaba,nos dijo, para eso está el médico. Su marido no había querido ir al médico y le había dicho que dejase esa actitud de recién casada. Añadió que lo había meditado mucho pero que se iba. No estaba dispuesta a vivir sin sexo el resto de su vida.Nadie dijo nada. ella se marchó y la conversación quedó ahí. Nos miramos las tres que quedamos y una sombra gris en los ojos nos hizo adivinar que todas estábamos igual. Sin mediar palabra pagamos cada una lo nuestro y nos fuimos a casa.

Desde ese momento me dio por analizar mi vida sexual. Noo era diferente.Hacía años que lo más atrevido que habíamos hecho era darnos un beso en la mejilla.Nunca desde la adolescencia había pensado en el sexo. Me había casado. Se suponía que esa parte de mi vida estaba cubierta.

Ahora en esta tarde triste de otoño tengo que reconocer que no quiero flores ni vestidos para mi cumpleaños y navidad.Quiero sentir. Quiero gritar que aún estoy viva, quiero pisar las hojas del parque, sentir el viento frío en el rostro.Salí sin rumbo, solo quería estar fuera de aquella casa que me sepultaba, sentía que mi sangre se había cansado también de aquella carencia, de estar viva con todos los sentidos muertos.Miré el Sar y vi sus aguas transparentes y el murmullo del agua, mientras mis lágrimas corrían por mi rostro.Me tranquilicé y decidí recorrer todo el paseo con sus árboles comenzando a morir.Me senté en uno de sus bancos de forja y cerré los ojos.Después regresé de nuevo a mi casa y cumplí con las tareas que me habían enseñado corresponden a una esposa. No me miró.Entró hablando de la zorra de Carmiña.Una esposa comprende a su marido y no espera vivir aventuras como una puta de Santiago.Yo no levanté la vista del plato.No dije nada ya sabía la respuesta sin preguntarla.

El otoño avanzaba y se presentía el invierno. Yo seguía con mi taza de café y mis vistas a un parque que ya tenía los árboles casi como esqueletos. Llamaron a la puerta. abrí. Era un empleado de mi marido.Lo había mandado para llevarse una herramienta para su taller. no lo he dicho,perdón, mi marido es mecánico.lo acompañé al garaje, que estaba en el sótano y le encendí la luz.Le dije que tomara lo que quisiera. Él repitió entre dientes, lo que yo quiera, Aquello me inquietó. Había algo denso y caliente en la habitación. Me miraba de una manera que me quemaba, quería irme, echarlo, pero solo me organicé el pelo y pegué la espalda contra la fría pared. Él comenzó a caminar hacia mí muy despacio, mirándome a los ojos y repitiendo la maldita frase, puedo tomar lo que quiera de este sótano. Lo vi quitarse los guantes, limpiarse con un sucio trapo la cara y seguir avanzando hacia mí.Cuando estuvo cerca de mí me sujetó con fuerza el pelo para hacerme mirar hacia arriba. Se acercó a mi oido y me dijo bajito que lo que él quería era a mí.

 No puedo explicar qué me pasó, que me dijeron aquellos ojos que me miraban con deseo, pero me soltó y yo no me moví. Seguí con la cara elevada hacia él esperando que me besara pero no movió un músculo de su cuerpo. Tuve miedo de que me dejara con aquella calentura y me aproximé a su cuerpo hasta estar pegada a él, entonces lo besé en la boca como ni siquiera sabía que podía besar.Él me respondió pero no se movió.La calentura me subía por momentos. Despacio le quité la camisa y lo iba besando, jugando con su boca que sabia a cerveza y tabaco, noté un enorme falo erecto a traves de la ropay eso me excitó mucho más, mi marido nunca habia estado así.Le bajé los calzoncillos y liberé aquel pedazo de carne que haría mis delicias muy pronto. Empujó mi cabeza con delicadeza pero con firmeza hacia abajo y me susurró lamela, chupala, tocala y yo obedientemente la lamí en toda su extensión ,la mordisqueé . Era tremendamente suave y enormemente dura.Me negué a pensar. Solo deseaba que me diera placer.Me subió la cabeza de nuevo y esta vez sí me besó en la boca, me fue relatando lo que me haría. me qutó la blusa, el sujetador, la falda y las bragas. Me recorrió el cuerpo con sus manos duras ásperas calientes y seguras.le propuse apagar la luz, mi marido siempre lo hacía, él medijo que no, que queria verme cuando llegara al climax, que sabía que era una verdadera zorra y que lo pasariamos muy bien.Sus manos recorrieron mis senos,los mordió y los apretó con fuerza hasta hacerme gemir,despues descendieron por mi vientre,depacio, hasta tocar mi sexo .En ese momento di un grito de placer que él ahogó con sus manos. Siguió por las piernas, los pies…no hubo una parte de mi cuerpo que no tocase y besase. fui consciente de que estábamos los dos desnudos y hacia frío fuera. No importaba.Sabía que en unos momentos más sentiríaen toda su dimensiónlo que  es el sexo entre un hombre y unaa mujer. Mi cuerpo se retorcía al contacto de su boca, de sus manos,.queriendo disfrutar de la vista de su hermoso cuerpo, de sus besos de sus caricias que me llevaban al borde del orgasmo y paraban, sentía que mi cuerpo se retorcía para ajustarse al suyo, se elevaba, descendía.Supe que sería su esclava,que voluntaria y decididamente me sometía a sus deseos, que parecían hechos a mi medida.Me arrastró sin parar de besarme hacia el capó de un viejo coche, que mi marido había convertido en su distracción para sus ratos libres,y de un empujón me dio la vuelta y me penetró con cierta rudeza. No puedo explicar lo que sentí a cada empujon, la lascivia con que mi cuerpo seguia el ritmo, lento, juguetón, rápido, parada, inicio del movimiento,así hasta que los dos llegamos al climax y caimos al suelo exhaustos. pasados unos momentos nos vestimos, el tomó su herramienta y me besó con la misma pasión con la que me cogió.

No hace falta que lo diga desde aquel día somos amantes,él era el marido de una de las tres que quedamos en el casino, nunca me había fijado en él, pero ahora le pertenecía por voluntad propia y con una inusual frecuencia para su edad me visita.En apariencia he trabado una gran amistad con su mujer para que vengan a cenar y debajo de la mesa con su pie descalzo busque mi rincón mas intimo, para veranear juntos y buscar la mas minima escusa para gozar juntos además ya procuro yo que a mi marido se le olviden herramientas.

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Advertencia, éste sitio contiene material sexual sólo para mayores de edad, si entras, estás de acuerdo con los términos y condiciones de uso.

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