Descubrimiento inesperado

Era un día cualquiera de los que buscaba trabajo y me vestí para ello. Llevaba un vestido negro ajustado con un escote generoso que marcaba mi talla 90  de pecho y mi melena rubia, lisa y larga caía sobre ellos. 

Me puse unos tacones que me hacían llegar al metro ochenta y me dirigí hacía el tranvía. Al entrar en él, percibí la mirada de los que ya estaban dentro, algunas de ellas queriéndome desnudar a mi paso. Entonces advertí un asiento al lado de una mujer que parecía una modelo de cuerpo 10.

Me senté a su lado y me paré a observarla discretamente, pero mi placer duró poco porque en la siguiente parada se bajó. Cuando ya se habían cerrado las puertas me di cuenta de que se había dejado una carpeta. Me levanté e intenté reconocerla entre la muchedumbre y la encontré. 

La siguiente parada no estaba muy lejos, así que decidí bajarme en ella.

Me había gustado tanto la mujer que no podía dejar de pensar en qué contendría la carpeta, así que cruce a la biblioteca que había justo enfrente para conseguir la información.

Una vez dentro, busqué una mesa vacía y me senté. Abrí la carpeta con rapidez y cuál fue mi sorpresa al ver lo que tenía delante…

Era una especie de carta de presentación, pero nada que ver con las que había visto hasta ahora.

La chica se hacía llamar Betty y entonces entendí a lo que se dedicaba. Vi fotos de todas las partes de su cuerpo excepto su cara: las caderas y su sexo bajo unas mallas ajustadas y su torso casi desnudo. A mí me encantó y seguí mirando…era justo lo que estaba buscando, así que puse atención en ver si había algún dato mediante el que pudiera ponerme en contacto con ella o algo parecido.

¡ Lo encontré! Alicia doll’s hause era la página en la que se anunciaba, pero supuse que ese proceso iba a ser más lento, así que al ver un número de teléfono, salí de la biblioteca corriendo y justo en la puerta llamé, sin perder el más mínimo segundo. 

Marqué 8117300960 y me respondieron enseguida muy educadamente.

Yo dije que quería contratar los servicios de Betty lo antes posible y me dieron una dirección y 30 minutos para dirigirme a ella. Sopesé si me daría tiempo y aunque llegaba un poco justa, acepté.

 Llegué al lugar a la hora esperada, toqué  a la puerta y allí estaba ella. Al verme se sorprendió y entonces le dije que se había dejado su carpeta en el tranvía y que se la quería devolver, pero que estaba dispuesta a pagar lo que me pidiera por pasar un tiempo con ella.

Ella sonrió con malicia, se acercó rozando sus pechos con los míos y me susurró en el oído que le encantaba tenerme allí y que esta mañana no le había pasado desapercibida. 

Llevaba un finísimo picardías de color rojo bajo una bata de seda negra que dejaba entrever sus curvas perfectas. 

Cogió la carpeta y la dejó caer en el suelo sin apartar la vista de mis ojos. Yo sin pensarlo más, la besé y las dos nos fundimos en un beso apasionado y largo. Mis braguitas de encaje negro ya empezaban a mojarse y mi mirada lasciva quería poseerla ya, pero antes de adentrarme en lo que ya sabía, la dejé hacer.

La miraba desafiante y ella me entendió, me cogió de la mano y tiró de mí con fuerza y maña hasta tenerme de espaldas a ella, quien bajó la cremallera de mi vestido lentamente mientras yo notaba el calor y la suavidad de sus manos bajo mi piel.

El vestido cayó al suelo y ella me abrazó por detrás poniendo las manos sobre mis pechos y palpándolos suavemente como si fuera la primera vez que lo hacía. Yo apoyé mi cabeza sobre ella fijándome en sus  labios rojos y carnosos que sutilmente se mordía. Mientras me regocijaba en la imagen que tenía delante, ella fue bajando su mano poco a poco por mi vientre hasta llegar con sus dedos a mi sexo y comprobar que estaba húmedo y preparado para la acción. De repente, me giró, se agachó y me quitó las bragas. Cuando ya se disponía a perderse en mi sexo, la agarré del pelo e hice que se pusiera de pie. La besé y mientras lo hacía la fui desnudando; primero le quité su bata de seda, después el camisón y cuando ya la tuve con la ropa interior, la empujé para que cayera en la inmensa cama que había detrás.

Yo me quité el sujetador y ella iba a hacer lo mismo pero entonces, me puse encima de ella y le cogí las manos apoyándolas sobre mis senos y dirigiéndolas después a mi espalda para abrazarme a ella y quitárselo.

Cuando ya me disponía a tumbarme encima de ella, ésta se resistió, me agarró fuertemente por mis nalgas para que me abrazara a ella con la piernas y entonces me dio la vuelta. Ahora estaba ella encima de mí, pero sus largar piernas habían hecho que su sexo aún no se rozara con el mío, entonces empezó a besarme poco a poco y lentamente. Primero jugueteaba con uno de mis pezones mientras con la otra mano me pellizcaba el otro. Cuando se cansó de ese seno fue al otro, chupándome y succionando con fuerza el pezón que ya estaba firme, mientras con la otra mano apretaba mi otro pecho con fuerza como si lo quisiera para ella.

Yo jadeaba de placer y cuando mi modelo se dio cuenta, bajó con la lengua poco a poco pero sin pausa hasta mi sexo. Primero se aseguró de que estaba húmedo y después con la punta de la lengua fue haciendo movimientos lentos y circulares sobre mi clítoris engrandecido. Cada vez movía la lengua con más rapidez y alternaba el movimiento con pequeños golpecitos con los que creí morir de placer y gemía sin parar, pero, de repente paró, subió lentamente hasta mi boca y empezó a besarme.

Yo que no lo podía creer,  la agarré con fuerza de la cabeza y una de las piernas y le di la vuelta, le quité las bragas con rapidez y brusquedad, le abrí las piernas con mi muslo y le apreté fuerte, a lo que ella respondió con un gemido que no pudo evitar. 

Entonces seguí moviendo mi muslo contra ella cada vez más fuerte al mismo tiempo que la besaba y rozaba sus grandes pechos contra los míos. Le agarré de las manos y cuando vi que ella las apretaba con intensidad paré, dejándola jadeando y suplicándome que siguiera. 

Acaricié su sedoso monte de venus con la palma de mi mano y coloqué el clítoris a mi antojo para acercar mi sexo abierto contra el suyo, dejarme caer y empezar a moverme. Primero lentamente y con suavidad, pero ella no quería suavidad. Me agarró de las nalgas, las abrió y empezó a empujar con fuerza contra sí,  a lo que yo respondí con movimientos bruscos y rápidos. Nuestros sexos se unían con cada envestida y la dureza de la unión nos hacía gemir a ambas casi al unísono, al mismo tiempo que rozábamos nuestros pechos y lenguas una y otra vez hasta que las dos llegamos al clímax. Noté  que la presión de sus manos sobre mis nalgas cesó y nos fundimos en un largo y apasionado beso, tan largo que empecé a moverme nuevamente sobre ella y vi que respondía. Yo seguí con suavidad y ella mantenía la presión bajo mi sexo hasta que llegamos a un nuevo orgasmo y mi cuerpo se desplomó sobre ella.

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Advertencia, éste sitio contiene material sexual sólo para mayores de edad, si entras, estás de acuerdo con los términos y condiciones de uso.

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